
(Pubicado originalmente el 19/1/2016)
A veces, en las expresiones populares y refranes quedan artefactos de épocas pasadas. ¿Qué es lo bueno, la cal o la arena? ¿Qué diantres tiene que ver San Martín con los cerdos? ¿Qué problema hay con los viajes y las bodas en martes?
Evidentemente, un poco de lógica, o un poco de Google, sirven para saber de qué va la cosa. Pero, en este sentido de los restos de conceptos anticuados en las frases hechas, muchas veces he reflexionado (en esa clase de santuarios de la filosofía como son la ducha o los semáforos) sobre el papel popular de las moscas.
La mosca es irritante. Uno tiene la mosca detrás de la oreja, o se mosquea, o es (o sufre a) una mosca cojonera. En catalán, a uno se le sube la mosca a la nariz para indicar que es el momento en el que el bicho molesto se pasa de la raya, su presencia se hace intolerable y la persona que la ha estado soportando hasta entonces se enfada.
La mosca es una molestia pero, más allá de asaltar narices, es inofensiva. Es un insecto que no pica, que no se come las telas, que no te hace enfermar… Exageración de las exageraciones, a la persona más inocua en todos los sentidos se la llama “mosquita muerta”. Una mosca (inofensiva) pequeña (modificador inofensivo +1) y muerta (modificador inofensivo x2).
Estas cosas las pienso, y me parece interesante saber qué papel tiene en la mente popular y mitología de andar por casa este ser (maléfico solamente en su vertiente Belcebú), pero también reflexiono relacionándolo con otra frase.
Para decir que alguien es completamente incapaz de hacer daño, se dice que “no mataría ni a una mosca”.
¿Ese es el baremo? ¡La mosca es la cosa más inofensiva, y, por lo tanto, no hay motivo para matarla!
“No mataría ni a alguien a quien tuviera motivos para matar”, “no mataría ni” qué sé yo “al asesino de sus seres más queridos”, “al hombre al que más odia”, “a la fiera que devoró a su daimyo y le arrebató su honor de samurai”. Todo esto es más rebuscado, pero sería más lógico para indicar que alguien no hace daño a nadie en ninguna circunstancia, que no tiene en su interior el instinto de dañar a nadie.
Pero, claro. Ahí está la cosa.
Esta frase parte de una premisa diferente. De una forma de comprender el mundo distinta. El hombre, siguiendo el punto de vista de esa expresión, es un ser que tiene muy claro el instinto de matar, y que si no lo hace es por la dificultad, por las represalias. Matar algo que es peligroso, que puede devolverte el intento de asesinato, es una empresa arriesgada, y eso puede hacer que uno se eche atrás. ¿Pero matar algo inofensivo, que puede matarse impunemente, sin riesgo, sin problemas, casi sin fijarse? Eso es lo natural… y no hacerlo es ser una persona anormalmente mansa, incapaz de cualquier agresión.
“No mataría ni a una mosca” es una frase generada por un mundo que entiende el deseo de matar (de dañar al otro) como la norma, y que no lo condena en lo más mínimo. Todo el mundo mataría a todo el mundo, y machacar al que no puede defenderse es lo lógico.
He empezado el texto diciendo que en las frases hechas y refranes se esconden fósiles de concepciones anteriores del mundo. Debo admitir que es algo que no sé a ciencia cierta. Pero he empezado así porque expresaba una esperanza. Pero también me han dicho a veces que peco de ingenuo. Aunque tampoco es que me lo echen en cara… ¿Qué puede esperarse de mí? ¡»Si Carlo no mataría ni a una mosca”!