
(publicado originalmente el 20/7/2015)
Hace poco Google hizo público el código que utilizan sus máquinas para reconocer lo que ven.
Por un lado, está Deep Learning, que es el proceso tal cual: presentándole una imagen al ordenador, este hace la mejor interpretación que puede de lo que ve.
Por el otro, está el código de Deep Dream, que es quizás el más curioso, porque se basa en forzar a la máquina a que “sobreaplique” los parámetros que utiliza para identificar lo que hay en las imágenes, forzando la aparición de elementos inexistentes.
Es divertido ver qué extrañas alucinaciones produce el ordenador, y yo he metido en un interfaz web que facilita usar el código cuando eres un iletrado informático como yo más de sesenta imágenes a ver qué pasaba… y los resultados no me han decepcionado.
Son extrañas visiones y deformaciones que parecen el producto de una vista defectuosa o de un defecto informático, aunque, en realidad, no lo son tanto… Cualquiera que haya tenido que enfrentarse al concepto de la gestalt sabe que el cerebro humano usa recursos similares para interpretar las imágenes, sin sentido por sí mismas, que le llegan a través de la vista. Incluso, hace unos meses, leyendo el último libro de Sacks, “Hallucinations”, leí que describe usos forzados de mecanismos de creación de la imagen con resultados sorprendentemente similares a los de Deep Dream.
Para empezar, están las cenefas geométricas y fractales que surgen en la vista de las personas con migraña o con otras dolencias que afectan algunas partes del cortex visual… nada diferentes de los patrones que Deep Dream encuentra en muchas superficies vacías, puntos que convierte en estrellas radiales y tubos que transforma en largos anélidos compuestos de segmentos repetidos y enlazados.
Del mismo modo que Deep Dream, al forzarle a buscar imágenes en sitios vacíos, en cielos despejados y horizontes, llena ese espacio con altas torres y cúpulas y arquitecturas fantásticas, y puebla los suelos y prados y extensiones de terreno con animales exóticos, Sacks describe a personas con la vista dañada cuyo cerebro se fuerza a encontrar elementos visuales y acaba alucinando varias presencias y arquitecturas, y, en el ejemplo más coincidente, extraños hombres y mujeres exóticos, vestidos con túnicas y turbantes, que suben y bajan escaleras en un mundo de altas torres y edificios de aspecto oriental.
Lo que llama mucho la atención de Deep Dream es que encuentra perros por todas partes. Todo es un perro, incluso al presentarle la imagen de un perro, Deep Dream produce otros, en la sombra del fondo, brotando de las patas del que sí está de verdad en la foto, surgiendo de sus orejas, de su cola… Perros por todas partes.
A Deep Dream le intentaron entrenar para reconocer razas de perros, y tiene “la vista” especialmente afinada para encontrar formas de perros.
A los humanos no nos pasa.
O, mejor dicho, no nos pasa con los perros. Los humanos, para lo que estamos entrenados es para encontrar otros humanos.
Vemos caras allí donde hay dos agujeros, en la fachada de una casa, en los huecos de una caja, en los nudos de un árbol… vemos la silueta de otras personas en las plantas y en las rocas y en las sombras de cualquier cosa que brote del suelo y de eleve. Y vemos a amigos allí donde hay alimañas y aprovechados, y vemos a enemigos allí donde no hay nadie que nos quiera hacer daño, y vemos a seres humanos donde sólo hay pellejos vacíos, carcasas de almas muertas desde hace años. Por más que la nuestra nos parezca natural y la de deep dream una divertida alucinación de una máquina con ínfulas de ser vivo, me temo que la percepción del mundo, humana o robótica, en un archivo informático o en un espejo, está llena de suposiciones terriblemente equivocadas.